A propósito del dicho «lo motilaron por cajetillas», que estuvo de moda por algún tiempo en nuestro medio, valdría la pena hacer algunas anotaciones.
Decían quienes nos antecedieron que, a principios del siglo pasado, cuando alguna de las empresas de cigarrillos iniciaba su funcionamiento en Medellín, una de las campañas publicitarias para promocionarla consistía en cambiar un determinado número de cajetillas vacías por una cajetilla con cigarrillos. Muchos fumadores (cuando eso, fumar estaba en boga y cómo que daba caché a quien lo hacía), atraídos por la oferta, las guardaban y las recogían hasta completar la cantidad para aprovechar la promoción.
En algunos oficios, como en la peluquería, por ejemplo, las cajetillas fueron utilizadas para canjearlas por la motilada. En algunos pueblos hubo hasta canibalismo entre los del oficio por conquistar clientes, a cuál que cobrara menos cajetillas. Entonces, sucedía que cuando el fígaro estaba en el procedimiento pagado con los empaques y llegaba un parroquiano de los que costeaban con la sonante o cuando era inescrupulosa la conducta del peluquero, al que entregó los empaques lo terminaba a la carrera, a troche y moche con el corte sin maña alguna.
Entonces, al motilado por cajetillas le tocaba cargar con el inri de los trasquilones, que lo señalaban con la forma como había pagado hasta la próxima visita al peluquero.
Javier Gil Bolívar. Enero 7 y 2024