Es notorio cómo se alborotan por estos días previos a las decisiones electorales, los comentarios efervescentes de los que, por necesidad de satisfacer intereses económicos personales (que no por la vocación desinteresada de servir al pueblo, como es el mandamiento de la política), recurren a todos los argumentos para desprestigiar a quienes no son de sus simpatías políticas o a los que no pueden acudir para buscar la ayuda que los empuje para alcanzar la rama desde donde puedan tener propicio alcance de la teta burocrática.
Y se dedican, entonces, a rebuscar en todas las decisiones oficiales, hasta las comas que le quedaron mal colocadas al funcionario para llevarlas hasta el escarnio público pretendiendo hacernos creer que, en manos de ellos, que ahora son fértiles en las críticas, las determinaciones rayarían en lo acertado. Con eso pretenden hacernos pensar que son los redentores desaprovechados, ahora disponibles para las próximas elecciones.
O los otros, que defienden a los gobiernos en el turno sin aceptar sus errores, pretendiendo crear una deuda a su favor que, de pronto, los pueda favorecer con alguno de los futuros nombramientos oficiales.
En mi pueblo, cuando les dan oportunidad de hablar a algunos políticos, les sirve la conformidad para volearse el incensario provisto con el humo de sus auto elogios. Hay unos “honorables” que nos hacen asquear al oírlos cuando, ante cualquier oportunidad del micrófono, no se paran en escrúpulos para desahogar su ego de méritos pobres, pretendiendo hacernos pensar en lo acertada que fue la elección que disfrutan y, por tanto, lo importante que sería optar por volver a tenerlos amamantados por otro período.
JAVIER GIL BOLIVAR, MAYO 18 Y 2025
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