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EL MAESTRO QUE NOS LLEVÓ A CONOCER EL MAR

A su esposa, a sus hijas.

Me acuerdo de don Manuel Arroyave desde cuando mi papá me llevó a la escuela a matricularme por primera vez. Sin duda, la llegada a la escuela es una de las experiencias de la vida que permanecen imborrables con los años y, quizá por eso, ese acto está asociado a la recordación de mi buen maestro.

   En aquella época, en las escuelas públicas se cumplía todo un ritual para admitir a los alumnos nuevos y aprovechaban el acto para reconvenir a los antiguos, si en el año pasado habían dejado en rojo los saldos de su aprovechamiento o de su conducta.

   Aquel día de las matrículas, don Manuel estaba sentado detrás de un libro grande, con las páginas consecutivas rayadas previamente en columnas con tinta de color verde, donde, usando una caligrafía negra, sobria y elegante, copiaba los datos en el renglón, para hacer con ellos la hoja de vida del aspirante a la escuela.

   Cuando nos tocó el turno, le oí repetir las mismas preguntas, en el mismo orden; a cada respuesta llenaba con letras y números perfectos las casillas correspondientes. Al terminar el interrogatorio volteó el libro hacia nosotros y mientras mi papá firmaba en la última columna, don Manuel agregó unas recomendaciones rápidas que comprometían mi disciplina y aprovechamiento futuros. A ellas solo supe responder con una risita, revuelta con un asentimiento tímido.

   Por aquellos días, don Manuel tendría unos veintitantos años y hacía cuatro o cinco que oficiaba como maestro en la escuela grande del pueblo. Era hijo de don Daniel, el carpintero, un viejo blanco, barbicano, con cara de patriarca bíblico y con actitudes limpias, respaldadas por una pobreza que lo honraba.

   Don Manuel había estudiado en alguno de los seminarios provincianos y desde cuando regresó al pueblo de sus afectos, se dedicó a la enseñanza en las escuelas públicas con la vocación y la entrega de los que aman lo que hacen; alternó las clases con la participación en toda actividad cívica, siempre como misionero de la honestidad y el entusiasmo.

   Viviendo como maestro, remataba la jornada diaria dándoles a los viejos de la nocturna los conceptos primarios de escritura, matemáticas y ciencias sociales, labor paciente de implantar conceptos que ellos digerían con dificultad por la rudeza inclemente que viene aparejada con los años. Muchas noches lo veían cruzar raudo por las calles del pueblo frío, buscando guarecerse del aguacero implacable.

   Escribía ameno y con palabras muy precisas. Poseía habilidades innatas para el canto, el teatro, el dibujo, las artes manuales; todo lo que sabía lo repartía sin mezquindad entre sus alumnos, descubriendo en muchos de ellos las vocaciones que marcaron su futuro.

   Organizaba grupos teatrales, agrupaciones corales, equipos deportivos. Derrochaba su tiempo libre en ensayos y presentaciones. Tenía la virtud de los grandes maestros que hacen trascender sus enseñanzas afuera del salón de clases.

   En la huerta escolar vinculaba a los muchachos con la tierra y compartía con ellos el asombro ante las semillas que nacen, los hacía pensar en las incertidumbres económicas de los que laboran en los oficios ancestrales. Enseñaba a desyerbar, a sembrar, a abonar. Y al arribo de las cosechas pródigas, repartía, entre todos, partes iguales de legumbres frescas.

   Don Manuel era dueño de una gran sensibilidad social, razón que lo condujo a realizar obras que mitigaron muchas carencias de sus alumnos, en una época donde hacía estragos la pobreza. Muchos supieron de sus bondades cuando practicaba en silencio la caridad oportuna.

   En una pequeña pieza de la escuela, siempre olorosa a limpio, mantenía un buen surtido de ropas buenas, aunque usadas, recogidas, lavadas, remendadas y planchadas por las manos generosas que nunca faltaron; con esas ropas les borraba con frecuencia a los muchachos el estigma visible de su pobreza, al cambiarles el pantalón o la camisa rotos o viejos por una prenda limpia y buena.

   Era admirable su constancia al solicitar, cada semana, la ayuda para el restaurante escolar. Pidiendo y tasando los modestos aportes logró mantener con vida esa obra durante varios años. Muchos alumnos esperaban impacientes el día de su turno para disfrutar un almuerzo que aliviara el hambre, porque en sus casas andaba de ronda la penuria.

   Aprovechaba las actividades escolares para fomentar los principios solidarios. Por ejemplo, cuando disponían los paseos, que fueron a pie regularmente, solicitaba a los muchachos de las familias más pudientes el fiambre para el alumno pobre. El almuerzo rendía para todos y la alegría del descanso la redondeaba una comida abundante y buena.

   Con sus compañeros de magisterio, anticipó experiencias que le dieron nuevas dimensiones a la vida del aula. Fundó la cooperativa encargada de la tienda escolar. Esa miniempresa enseñó conceptos perdurables. Al comienzo del año, los alumnos adquirían acciones a centavos, y al final, las reclamaban con utilidades convertidas en pesos. Esta experiencia fomentó el ahorro e hizo nacer el sentido de empresarios en los muchachos que formaban.

   Don Manuel, asumió trabajos y riesgos bien distantes de sus responsabilidades laborales. Vivió intensamente para la escuela, comprometido con todas las actividades que promocionaran al alumno: fiestas del niño, fiestas de la madre con regalo de una casita para una familia huérfana; celebración de las fiestas patrias y hasta organizó para los escolares un viaje a conocer el mar.

   Como un gran reto, asumió la responsabilidad gratuita de llevar trescientos muchachos a conocer el mar, partiendo de recoger los fondos para hacer posible el viaje a todos; viaje que se hacía, cuando eso, por una carretera destapada de kilómetros eternos.

   Con rifas, eventos deportivos, funciones teatrales y bazares completó los dineros requeridos. Con la ayuda, con el entusiasmo de los padres de familia consiguió carpas, ollas y menajes de cocina, comida, botiquines, en fin, todo lo que cabía dentro de una planeación perfecta. Hizo carteleras que mostraban las playas y los soles de ese mar que seducía a los muchachos de tierra fría. En todas las clases hubo momentos oportunos para relacionar lo que estudiaban con la próxima aventura: las montañas, las llanuras, los ríos, los pueblos… el mar. Todo alimentaba la fantasía de una muchachada que hasta esos días suponía las fronteras de su mundo en las goteras del pueblo.

   Llegaron al mar y los sorprendió su grandeza, sintieron el susto con las olas que golpean la playa y hacen ruidos a intervalos perfectos; al otro día los embargó la belleza de ese espectáculo alucinante de las aguas juntadas con el firmamento, allá donde confinan las distancias. Ese entretenimiento que les regaló la naturaleza atrapó para siempre las capacidades de sus recuerdos.

   Hoy, todavía, cuando los años han descuajado la memoria al hacer de ese pretérito un tiempo tan lejano, los que fueron aquellos muchachos escolares retienen en los vericuetos de la infancia la figura del maestro que los llevó a conocer el mar.

   Hace algunos años, don Manuel S. Arroyave Arbeláez, emprendió el camino sin regreso, después de días muy tristes, premonitorios de su viaje. El Dios Bondadoso, le dio buen tiempo para elaborar y preparar el trance, y lo acompañó hasta el final, hartándolo de la paz que Él otorga a los que durante su vida aprendieron a morir.

   Este maestro de pueblo, que dedicó sus años a enseñar con la expresión sencilla del servicio, hasta le hubiera servido a Plutarco para escribir otra de sus Vidas Paralelas.

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Publicado enCuentos

5 comentarios

  1. Moisés Anibal Rivera Adarve Moisés Anibal Rivera Adarve

    Como no re cordar a ese gran maestro, yo fui uno de esos que 1969 fuimos llevados a Tolú para conocer el mar.
    FFui beneficiario de la ropa y del restaurante escolar. Pará mi sigue siendo un ídolo n. Dios lo tenga en su santa gloria.

  2. Nicolás Arboleda tayakee Nicolás Arboleda tayakee

    Don Javier como no refrescar la.memoria con.su maravilloso relato. Tambien conocí el mar por la bondad de don Manuel arroyave cuando una tremenda flota.de buses de la flota expresó campo Valdez salio a toda.corneta.de yarumal después de realizar la oración y cantando las notas gloriosas del himno de.la. escuela. Y ni.que decir de.la semana de amor.a la escuela y del. Incipiente ejercicio democrático de elección del.alcalde escolar. También el encuentro dominical con las aventuras de Tarzan en la mañana.de los domingos después de asistir en comunidad a la.santa.misa. don Manuel como buen exalumno sel.seminario.santo Tomás de Aquino.de santa.rosa de osos nos inculcó el rezo del.santo.rosario con frecuencia en especial en el.mes.de.mayo. dedicado.a.la.viegen María. En fin habría para escribir una vida completa en honor al.maestro que.me llevo.a conocer a Dios….y al.mar eterno.agradecimiento don Manuel.

  3. Luis Guillermo Peña R. Luis Guillermo Peña R.

    Don Manuel Arroyave es el maestro por Antonomasisa. Cuando estaba en cuarto de primaria en la escuela Pedro Pablo Betancur, llevó a sus alumnos ( entre ellos quien escribe) a conocer Pereira, Manizales, el Nevado del Ruiz y los baños termales. Fue un paseo inolvidables en cinco buses, aunque no pudimos conocer el Nevado porque cayó un derrumbe sobre la carretera.

  4. RAMON ALBERTO MEJIA BOHORQUEZ RAMON ALBERTO MEJIA BOHORQUEZ

    SOY PERIODISTA – ESCRITOR – HISTORIADOR E INVESTIGADOR COLOMBIANO CONFERENCISTA DE TEMAS DE ETICA Y VALORES Y EMPRESARIALES Y GERENCIALES – TENGO UNA LIBRERIA TEL 2547385 – QUIERO A YARUMAL POR HABER TENIDO EL HONOR DE ESTUDIAR EN EL SEMINARIO DE YARUMAL

  5. Nicoláa Arboleda tayakee Nicoláa Arboleda tayakee

    Yo fui uno de los niños de aquella época favorecido con el paseo a Tolu, recuerdo la grandiosa flota de buses de expreso Campo Valdez de medellin, saliendo de yarumal a toda corneta después de verificar asistencia y de rezar para encomedarnos al creador. Todos salimos cantando el himno de la.escuela con la mirada atónita de vecinos y transeuntes frente a tan inusual espectáculo. Don Manuel como.buen.exeminarista pues estudio en el.seminario diocesano Santo Tomas de Aquino de santa rosa.de.osos, cultivo siempre los valores.espirituales de.todos sus alumnos y para muestra el fervoroso Rosario a la.virgen María especialmente.en el.mes.de.mayo . Como.olvidar su incipiente cátedra de democracia para la.eleccion del.alvalde escolar y la.semana de amor a la escuela. Gracias a don Manuel pudimos.asistir a.la.misa.dominical en comunidad para rematar en la.escuela frente al televisor gigante en blanco y negro con las aventuras de Tarzán . Que domingos aquellos. En fin habría material.para escribir y escribir incesantemente la vida.y la.obra del. Maestro.que.nos. llevo.a conocer a Dios…..y al.mar . Eterna gratitud don Manuel.

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